-( Hija)
Yo quiero no ir al pueblo en vacaciones, porque quiero estar con mi chico
-( Madre)
¡No¡ ya lo hemos hablado, y no. Tu vienes conmigo al pueblo.
-(Hija)
¡Mama, no me entiendes, quiero independencia¡
– (Mediador dirigiéndose a la hija)
¿Qué necesitas?¿qué pides?
-( Hija)
Quiero independencia, quiero que entienda que quiero estar con mi chico.
-(Mediador dirigiéndose a la madre)
¿Qué temes?
–( Madre) Temo que le pase algo, no puedo dejarla sola.
– (Mediador dirigiéndose a la hija)
– ¿Tu madre se va al pueblo una semana? ¿puedes estar sola todo ese tiempo?
-( Hija)
– Es mucho
-(Mediador dirigiéndose a las dos )
-¿Se os ocurre alguna forma de hacerlo que os contente a las dos?
Finalmente la madre dejó a la hija sola unas horas en el piso con su novio, prepararon juntas la comida, la madre cogió su bolso, se despidió de su niña con un abrazo, y se cruzó en la puerta con él. Se saludaron.
Luego ellos pusieron la mesa, comieron y rieron y se pusieron en Netflix una película que vieron de la mano.
La madre estaba en casa de la vecina.
Al día siguiente se fueron al pueblo las dos. La hija llena de rubor. La madre llena de esperanza. En la mesa de mediación había percibido que su niña era una mujer. Ambas añoraban la palabra “independencia” y la saborearon un poquito.
Yo quiero no ir al pueblo en vacaciones, porque quiero estar con mi chico
-( Madre)
¡No¡ ya lo hemos hablado, y no. Tu vienes conmigo al pueblo.
-(Hija)
¡Mama, no me entiendes, quiero independencia¡
– (Mediador dirigiéndose a la hija)
¿Qué necesitas?¿qué pides?
-( Hija)
Quiero independencia, quiero que entienda que quiero estar con mi chico.
-(Mediador dirigiéndose a la madre)
¿Qué temes?
–( Madre) Temo que le pase algo, no puedo dejarla sola.
– (Mediador dirigiéndose a la hija)
– ¿Tu madre se va al pueblo una semana? ¿puedes estar sola todo ese tiempo?
-( Hija)
– Es mucho
-(Mediador dirigiéndose a las dos )
-¿Se os ocurre alguna forma de hacerlo que os contente a las dos?
Finalmente la madre dejó a la hija sola unas horas en el piso con su novio, prepararon juntas la comida, la madre cogió su bolso, se despidió de su niña con un abrazo, y se cruzó en la puerta con él. Se saludaron.
Luego ellos pusieron la mesa, comieron y rieron y se pusieron en Netflix una película que vieron de la mano.
La madre estaba en casa de la vecina.
Al día siguiente se fueron al pueblo las dos. La hija llena de rubor. La madre llena de esperanza. En la mesa de mediación había percibido que su niña era una mujer. Ambas añoraban la palabra “independencia” y la saborearon un poquito.